
“Si no sabes dónde vas, ningún camino te llevará allí”. Establecer un objetivo de rentabilidad a
largo plazo, definir bien el horizonte temporal y asignar un presupuesto de riesgo en sintonía
con estos dos parámetros son ejercicios preliminares que te ayudarán a saber hacia dónde vas.
Además de establecer un punto de llegada, las respuestas te ayudarán a dibujar los primeros
trazos de la hoja de ruta que deberá seguir la gestión estratégica de tu cartera.
En el primer paso hemos dibujado la curva de “demanda del inversor” con los siguientes datos:
rentabilidad esperada, horizonte y presupuesto de riesgo. Ahora es necesario dibujar la “oferta
del mercado” que nos permita contrastar la “demanda del inversor” y valorar la viabilidad de
la hoja de ruta. Información como remuneración de la liquidez, rentabilidad de la deuda
pública, tasa interna de rendimiento (TIR) de la renta fija privada, probabilidad de impago,
riesgo de duración o rentabilidad esperada en bolsa son, entre otros, puntos que te ayudarán a
construir esa necesaria curva de “oferta de mercado”.
“A corto plazo el mercado es una máquina de botar. Pero a largo plazo es una máquina de
pesar”. Son muchos los factores que afectan a la formación de precios en los mercados
financieros, al movimiento de las cotizaciones. Información, en muchos casos, irrelevante o
distorsionada por la tendencia maniaco/depresiva hacia la que se suelen escorar los inversores
en el corto plazo. Una ruidosa y nerviosa máquina de botar que se transforma en una precisa
máquina de pesar si ampliamos la ventana temporal. Y en ese largo plazo son tres los factores
que debemos monitorizar para comprender la naturaleza y dirección del movimiento de las
cotizaciones: crecimiento económico, inflación y valoraciones relativas.
Socio fundador de Advisory GdC, experto en análisis de mercados financieros y gestión de activos.
Socio fundador de Advisory GdC, experto en análisis económico y selección de fondos de inversión.